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Invisibilidad

Me ha dicho mi compañera de oficina, técnica de igualdad, que si no me sabe grave hacer un pequeño escrito sobre la equidad de género en nuestros proyectos de Cooperación al desarrollo. Y, automáticamente he pensado…. es igual que hable desde la perspectiva de los proyectos en Marruecos, en Guatemala o en Senegal… no importa el espacio de intervención, porque la lucha (tristemente) es la misma, a pesar de las distancias culturales que pueda haber.
Y he querido titular este escrito con una palabra que me viene a la cabeza cada vez que trabajo con mujeres allí donde sea: Invisibilidad.

Y a partir de ahí, de la Invisibilidad intrínseca de toda mujer que es a la vez profesional, mujer y cuidadora (no especifico “madre” dado que madres lo somos todas de una manera u otra), se diseñan las estrategias en cada proyecto, para darle voz, voto y acceso a cualquier espacio social y comunitario.

Puedo empezar a exponer los proyectos y a extenderme en el trabajo en defensa de los derechos humanos y sociales vulnerados debido a esta invisibilidad. Y como desde los equipos de trabajo en el territorio y aquí en Cataluña, hacemos manos y mangas para buscar recursos y sacar energía de donde haga falta, para apoderar y hacer brillar a tantas y tantas personas, que no por invisibles, dejan de ser el 51% de población en sus países…
Pero sabiendo de lo cierto que no hay tiempo ni espacio para un análisis cuidadoso en un medio divulgativo como este, sólo permítanme unos ejemplos, que siempre es bueno saber que detrás de las palabras escritas hay vidas, sonrisas y miradas.

La … (pone tú el nombre que más te guste)… tiene tres niños menores de edad y un marido. Ella dice que el marido es como si fueran dos o tres niños más, si se tiene que contabilizar el trabajo (invisible) que lleva. Aparte, ella demostró ser una chica espabilada y tozuda, y gracias a la educación pública de su país pudo formarse y es licenciada. No ha ejercido nunca su profesión. Tiene 40 años.

Me mira con nostalgia y me dice: “Veo crecer a mis hijos e hijas, y que mi familia está cuidada y feliz, y eso me satisface mucho… aunque nadie me pregunte nunca si me hubiera gustado ejercer mi profesión, si por un solo día, me hubiera gustado ser yo misma” …

¿No hace falta que añada nada, no?

La … (¿ya has elegido otro nombre?) … tuvo que dejar de ir a la escuela a los 11 años. Su madre, que no sabe leer ni escribir porque no pudo ir hasta los 6 años a la escuela, se puso enferma y nadie se podía hacer cargo de la casa ni de los hermanos y hermanas pequeñas. El padre trabajaba todo el día y sonríe burleta cuando le pregunto si los hermanos y hermanas mayores o él podrían haber dado un golpe de mano a las tareas del hogar para que ella no tuviera que abandonar la escolarización…

“Me gusta tanto participar de los proyectos que se realizan, ahora que soy más grande, me doy cuenta de que tengo tanto para aprender! Es una lástima que mi futuro pase por quedarme en el pueblo y no poder vivir mi sueño de ir a la capital y estudiar… pero ¿sabes qué te digo? Mis hijas lo tendrán bien diferente, porque les demostraré cómo de emprendedora y potente puede ser una madre como yo, que puedo levantar mi negocio y mantenerlo, porque haber organizado mi casa tantos años, me ha dado herramientas imprescindibles”

… sin comentarios. ¡Olé tú!

Y ahora viene otro….

La … es licenciada, profesional reconocida y gana un sueldo equiparable a sus colegas masculinos. Vive en una casa preciosa, se cuida mucho y tiene un cargo muy importante en el gobierno de su país. Estudió en Estados Unidos gracias a becas y a las posibilidades y el esfuerzo de su familia, es una persona influyente y con poder en un país donde es extraño que una mujer llegue tan lejos.

Tiene 37 años. La felicito y le hago saber mi admiración por todo lo que está haciendo.

Y me mira, un poco triste y la … me dice “He hecho todo lo que se tenía que hacer para llegar a ser una buena profesional y tener un puesto de responsabilidad desde el que se puedan cambiar las cosas… y sabes que hemos dicen a mi padre, a mi madre y a los y las hermanas cada vez que los voy a ver? Que cuando pienso tener hijos o hijas y un marido que me cuide, que se me pasará el arroz. Y este es su tema preferido a las reuniones familiares…”

Nada que decir, oye?

Hagas lo que hagas, al no poder llegar a todo como si fueras superwoman, te hace sentir culpable. Triste. Abatida. Vencida. Invisible a los ojos que te miran.

Pues no.

Los proyectos de cooperación que desarrollamos quieren luchar contra esto y cada paso, cada iniciativa, donde las chicas pueden alargar su escolarización gracias a una bicicleta, donde cada mujer puede abrir su negocio gracias a una formación en emprendimiento, donde cada niña es alimentada correctamente por su crecimiento óptimo… son focos que iluminan y luchan por dar luz y visibilidad.

Ah… quizás ha parecido que hablo sólo de los proyectos en los países donde colaboramos, ¿no? Pues… desgraciadamente, y salvando las distancias y agradeciendo a tantas mujeres que han brillado antes que nosotras, por descontado, aquí en nuestra casa la Invisibilidad también está presente en muchos campos. No dejemos de luchar, que no está todo ganado, ni aquí ni allá.

¡Feliz década de la mujer visible!

Raquel Sabater i Ten
Coordinación General de Fundación Utopía